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05/05/2022 08:36 hs

El hijo con nombre de motel, un carácter parco y las leyes que llevan su firma: el perfil de Robert De Niro

Internacionales - 05/05/2022 08:36 hs
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Hizo de todo, y todo bien. Muchos de sus papeles son antológicos e inolvidables. Hace años que se mantiene en la cima, pero él le huye a la fama. Con 120 películas hechas, por estos días filma en Buenos Aires una nueva serie.
Robert De Niro vuelve a visitar la Argentina, esta vez para filmar una serie (Nada, de los directores Mariano Cohn y Gastón Duprat, y junto a Luis Brandoni), y amerita volver a escribir sobre este hombre con características de dios. Se sabe que nació el 17 de agosto de 1943 en Nueva York y que creció en una buhardilla en el corazón del bohemio Greenwich Village. Sus padres eran artistas que se conocieron en una academia de pintura. Cuando el pequeño cumplió dos años, se separaron. Su madre abrió un local de composición tipográfica y su papá siguió dedicándose a la pintura expresionista abstracta. Su mamá solía llevarlo al cine y al regresar, ese hijo habitualmente retraído, actuaba todos los papeles. Fue para esa época que los amigos del barrio lo apodaron Bobby Milk, que se podría traducir como Robertito Leche, porque aseguraban que era “blanco y extraño como la leche”.


Como era un nene terriblemente tímido, su mamá lo anotó en un taller de teatro. De Niro tenía 10 años y al poco tiempo abandonó. “No estaba preparado para ser un niño actor. A los niños les sale todo natural y si les llega un papel, generalmente es resultado de la suerte y no de la experiencia o del talento”. Aunque dejó las clases, comprendió que lo suyo estaría allí. “Es muy afortunado quien sabe lo que quiere hacer. Yo siempre lo supe”, diría ya consagrado. A los 16 años se inscribió en el Dramatic Workshop, un curso de actuación que no abandonó sobre todo cuando supo que también lo había realizado su idolatrado Marlon Brando.

Pasó casi una década hasta conseguir su primer y pequeño papel en la película Greetings. Vio un anuncio para una prueba con Brian de Palma y obtuvo un papel en The wedding party, más un cheque por 50 dólares. Siguieron algunas publicidades para televisión y empleos como extra, hasta que volvió a trabajar con de Palma en Hi mom!

En 1970 filmó El clan Barker, donde hacía de un gángster gay; en el set conoció a Shelley Winters, que lo incentivó a entrar al Actor’s Studio de Nueva York. Siguieron algunas interpretaciones en teatro hasta que en 1973 Martín Scorsese lo convocó para Calles salvajes. La película lo llevó al estrellato, pero lo más importante fue que inició una amistad inquebrantable con el director y una sociedad artística que perdura hasta hoy, ya llevan nueve películas juntos. La consagración mundial le llegó a De Niro con Taxi Driver y El francotirador. Desde ese momento su talento para cambiar de piel lo convirtió en ídolo y leyenda.

Su capacidad camaleónica para interpretar personajes es famosa. Obsesivo, híper profesional, van algunos ejemplos. Para emular en Toro Salvaje el físico del campeón de boxeo Jack La Motta, De Niro bajó 10 kilos cuando el guion le pedía juventud, pero para el final, cuando debía aparecer envejecido y retirado del ring, engordó 30 kilos en solo tres meses. En su papel en Bloody mama perdió 20 kilos: para lograrlo solo bebía agua, tanto que le salieron llagas en la cara. Para convertirse en Max en Cabo de miedo, desarrolló sus músculos, algo que consideraba imprescindible para lograr la imagen temible de su personaje. En New York, New York aprendió a tocar el saxo, ya que se impuso saber perfectamente dónde estaban y cómo se pulsaban las clavijas.


Pero hay más. Meses antes de ponerse en la piel de Vito Corleone para El Padrino II se costeó de su bolsillo un viaje a Sicilia para observar a la gente y convivir con la mafia. Interesado en observar mejor sus movimientos corporales, las expresiones de sus rostros y su manera de hablar, se metía en sus conversaciones. Antes de aceptar protagonizar Taxi driver pasó un mes manejando un taxi de noche, y para componer al pastor en Confesiones verdaderas leyó la Biblia, mantuvo encuentros con religiosos y se inició en la teología.

Como Al Capone en Los intocables engordó 15 kilos, se rasuró la cabeza y pidió vestir los mismos calzoncillos de seda que usaba el capomafia, pese a que en ninguna escena se lo veía en paños menores. “Yo no puedo meterme en la piel de un personaje sin hacer primero una investigación. Para mí contemplar es aprender. Soy de la idea de que para interpretar un papel primero hay que verlo tal cual es en la realidad”. No nos quedan dudas que si le toca interpretar a un argentino aprenderá a preparar un buen asado, cebar mate y distinguir un gol de Maradona de otro de Messi.

Al actor, estas transformaciones antológicas no le parecen admirables. “Creo absolutamente en lo que hago. Vivo los personajes como si fueran ciertos, y a todos termino amándolos. Creo que esto lo explica todo”. Y esa pasión también explica por qué nunca se lo conoció ninguna pasión por alguna compañera de rodaje. “Nunca viví ningún flirt así tenga al lado a la partenaire más linda del mundo. Cuando la película termina solo entonces vuelvo a ser Robert De Niro”, asegura sin medias tintas.


La contracara de su pasión por la actuación es su aversión por las entrevistas. Obligado a hablar con los periodistas para promocionar sus trabajos ya se sabe que no se le puede preguntar sobre su vida amorosa, su familia, los buenos vinos que, se supone, le gustan, la ropa y la política mundial. Eso sí, no hay problemas en explayarse sobre su adorado Marlon Brando y la contaminación de Los Ángeles. Temas que, convengamos, no son muy rendidores para títulos. Si no se respeta el temario, podría marcharse -como sucedió más de una vez- luego de responder un par de preguntas y de forma escueta.

Si le preguntan por qué es tan parco, responde: “A algunas personas les preocupa ser famosos y que los admiren. Sus opiniones forman parte de su trabajo y puede ser que para ellos esto sirva de sustituto al psicoanálisis. Yo no soy sociable ni extrovertido. Probablemente por eso soy actor. Me interesa la interpretación, no el estrellato”. Y asegura que no puede entender que “la gente esté tan interesada en mi vida privada”. (Okey, Bob, lo entendemos. Pero a nosotros, los periodistas, nos importa entrevistar y contar historias, y para eso precisamos un poco de tu colaboración).

Si en las entrevistas es difícil, en las alfombras rojas nunca se distinguió por “producirse mucho”. Mirando fotos de archivo parece como si solo tuviera un frac. Durante años se dijo que ni siquiera tenía coche porque siempre prefirió moverse en subte por Nueva York. “No me gusta hablar de lo que poseo. Nada que pueda robarse tiene demasiado valor…”, argumenta. Para De Niro la fama es un mal necesario. “Yo no me conmuevo ni me entusiasmo. Simplemente creo que es una de esas cosas con las que hay que aprender a convivir. En todo caso, uno aprende a no ser afectado por ella”.

Robert de Niro recibió la Medalla de la Libertad a sus 73 años, en manos de Barack Obama (Foto: AFP)
Cuando no actúa disfruta de dos pasatiempos: comer y viajar. Le gusta la buena comida desde un plato sencillo a otra sofisticada en algún restaurante romano. Le encanta viajar conociendo lugares nuevos pero también visitando los de siempre y de los que conserva buenos recuerdos, como París y Roma.

Pocas veces habla de las mujeres que amó, o de los hijos que concibió. Entre 1975 y 1978 estuvo casado con la actriz Diahnne Abbot. Con ella tuvo a su primogénito Rapahel, le puso ese nombre no por el pintor sino “por el hotel de Roma donde nos alojábamos cuando fue concebido”. El chiste obvio es menos mal que no se alojó en el Marriot o el Panamericano.

Fue pareja de la modelo Helena Lisandrello, quien supuestamente le dio una hija, pero una prueba de ADN desmintió la paternidad. Se dijo que tuvo amoríos con las actrices Uma Thurman y Bette Midler, y con la fotógrafa Anne-Marie Fox. Durante un tiempo fue pareja de Naomí Campbell, quien confesó que Bob fue “el amor de mi vida”. Un rumor asegura que se enamoró de Whitney Houston, pero ella lo rechazó. Con la modelo Toukie Smith estuvieron juntos pero viviendo en casas separadas. Adoptaron a Toya y, con una madre sustituta, fueron papás de los gemelos Aaron y Julian.

Robert de Niro recibió un inesperado golpe cuando los abogados de su ex esposa, Grace Hightower, pidieron la mitad de su fortuna, valuada en 500 millones de dólares, mucho más de lo inicialmente estipulado en su contrato prematrimonial (Foto: AFP)
Con Grace Hightower se conocieron cuando ella era moza. Grace aseguró en una entrevista que no sabía quién era él. “No paraba de hacerme preguntas sobre las mesas, sobre el menú…”. Hightower terminó de servir la mesa y fue a quejarse a un compañero de trabajo, que fue quién la advirtió de la fama del hombre que la molestaba. Ella cambió su actitud y empezó el romance. Se casaron en 1997 en una discreta ceremonia en su casa de Marbletown, en Nueva York, a la que solo asistieron 11 personas, entre ellos sus amigos Joe Pesci y Havey Keitel. Dos años después de la boda, Grace lo acusó de serle infiel, algo que él negó, además de consumir alcohol y drogas, pero se reconciliaron y renovaron sus votos en 2004. Esta vez la ceremonia fue más pomposa y entre los invitados estuvieron Martin Scorsese, Ben Stiller y Meryl Streep. En 2018 se divorciaron.



En estos últimos años De Niro aumentó su participación en fines comerciales, esos donde se nota que actúa “de taquito”, como Pasante de moda, Mi abuelo es un peligro o La gran boda. Incluso algunos son decididamente malos como En guerra con mi abuelo donde dan ganas de preguntarle: ¿era necesario Robert? Se sabe que, a la hora de aceptar proyectos, el actor se rige por dos criterios: que le guste el director o el elenco, sin importar si el guion es bueno, o el dinero que le paguen. No es porque se le acabaron los principios sino que le sobran gastos. Aunque su situación económica lo ubica en el rubro millonarios -es dueño de varios edificios en Nueva York, una marca de vodka, una línea de ropa y una cadena de restaurantes-, debe mantener una gigantesca estructura con asistentes, representantes, guardaespaldas, hijos, nietos y ex esposas. Además, asegura: “Cuando te mueras vas a tener tiempo de descansar”.

Los que lo conocen bien o trabajan con él dicen que para no tener conflictos solo se debe cumplir la Ley De Niro que consiste en: decir directamente lo que haya que decir; hacer lo que uno dice que hará; no demorarse; y en especial, no demorar las malas noticias. Para las conversaciones habrá que prepararse a escuchar su silencio más que sus palabras: el actor es de esos que prefieren no decir nada a decir algo que no siente. Quizá por eso menosprecia a los ejecutivos en general y a los de Hollywood en particular porque “dicen sí cuando piensan no”. Si la charla le resulta trivial, saca un cortaplumas y sin prurito se arregla la uña del pulgar.

A Robert De Niro solían confundirlo con Al Pacino por eso solían bromear que protagonizarían una película juntos para que el público supiera quién era quién. Scorsese lo logró (Foto: REUTERS)

Pese a su parquedad, Robert está atento a todos los detalles tanto que su gran amigo Martín Scorsese asegura que “De Niro no te mira; te considera”. Lo supo la vez que el actor se apareció para ver al padre del director convaleciente en un hospital, luego de visitar a su propio padre moribundo.

En Nueva York, De Niro suele pasar tiempo en su oficina decorada con posters de sus películas convertidos en cuadros. Entre ellos se puede leer una leyenda que es su lema de vida: “Si uno avanza con confianza en dirección a sus sueños y se esfuerza en vivir la vida que se ha imaginado, encontrará un éxito inimaginable en las horas rutinarias”. A no dudarlo: pese a su parquedad De Niro es uno de esos -pocos y privilegiados- seres contentos consigo mismos.


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