Tras los ajustes del gobierno nacional, que lleva solo un mes de gobierno y el gran impacto en los bolsillos de los argentinos.
El periodista Martín Alanís realiza su análisis de domingo.
En un mes de gobierno, la gestión Milei se caracteriza por un denominador común: ajustar por todos los frentes posibles. Económico, legal, social, cultural, educativo. Todo es ajuste. No hay otro plan de gobierno que correr al Estado de todas las áreas.
Un giro de 180 grados respecto a la administración anterior, donde el Estado estaba en todos lados todo el tiempo, esa “famosa máquina de impedir” que posibilitó el surgimiento del líder libertario.
Sin embargo, una cosa es decirlo en campaña, otra como panelista de un programa de televisión, que a la gente le genera simpatía y hasta empatía, que luego ponerlo a la práctica. Aquí ya no es tan gracioso para los ciudadanos.
Muchos de los que votaron a Milei, con la convicción de que el ajuste lo pagaría “la casta”, ahora comienzan a percibir que el ajuste les llega a todos, fundamentalmente a los sectores medios y bajos. El ajuste a la clase política es ínfimo en relación a la torta nacional. Bajando sueldos o achicando secretarías no termina siendo más que un gesto hacia la sociedad. Pero no cambia nada en términos presupuestarios.
El ajuste, como era de prever, lo paga la mayoría de los argentinos con fuertes aumentos de alimentos, medicamentos, prepagas, combustibles, cuotas escolares, servicios públicos, etcétera. Lo único que se ajustó hasta el momento son los salarios de los trabajadores formales y jubilados y los ingresos de los cuentapropistas.
Ese aspecto se ajustó y achicó con fuerza en el último mes, sumado al arrastre de meses anteriores. Lo otro ajustó, pero para arriba, con enormes ganancias de las empresas monopólicas u oligopólica en la producción de bienes y servicios. Un reajuste de precios que terminó en una enorme transferencia de recursos de los sectores medios y bajos hacia las grandes compañías del país.
Si Milei no reabre paritarias, no compensa la pérdida del poder adquisitivo de la población, no mejora las jubilaciones, la legitimidad de origen la irá perdiendo con el paso de los meses. El bolsillo tiene un límite claro: quedar vacío y sin poder de compra.
Este “reacomodamiento de precios” debe traer en lo inmediato una mejora de los ingresos, caso contrario, el futuro inmediato será incierto. El ajuste es un plan, pero no puede ser el único ante una población cada vez más asfixiada.