El periodista Martín Alanis, deja su análisis sobre los comicios provinciales de la semana anterior.
Las elecciones provinciales del pasado domingo dejaron dos datos significativos, que explican en gran parte el malestar social del momento. Por un lado, la baja participación. No superó el 70% del padrón (veremos esta semana en el escrutinio definitivo el número final). Fue la elección con menos votantes desde el retorno a la democracia.
Por otro lado, el voto en blanco. Se ubicó como tercera fuerza. Si bien puede haber errores en la marcación de la Boleta Única, un sistema que todavía trae muchas dificultades para sufragar, no se puede desconocer que un porcentaje importante de la población se acercó hasta la escuela para dejar uno, varios o todos los casilleros en blanco (el escrutinio provisorio lo ubicó en 4,94% en la categoría gobernador). Insisto: fue la tercera fuerza detrás de Hacemos Unidos por Córdoba y Juntos por el Cambio. Abajo quedaron nueve partidos.
Es decir, entre el 30% que no sufragó (jamás ese número llega a 100%, pero aun así le faltaron varios puntos para mostrar valores aceptables) y el casi 5% que lo hizo en blanco, el porcentaje de cordobeses que mostró el descontento con la política local, regional, provincial y nacional es para escuchar con atención por parte de la dirigencia.
Aquel ciudadano que no vota o lo hace en blanco no expresa solo un descontento con la política provincial, como en este caso, independientemente de los partidos, sino que lo hace con toda la clase política que en los últimos años no ofreció las respuestas que la ciudadanía espera, sobre todo en materia económica.
Una inflación anual del 100%, pobreza superior al 40%, informalidad del 50%, salarios depreciados un 8% mensual. Allí están las respuestas del malestar ciudadano. Y tal vez un intendente o un gobernador no puedan incidir en esas variables, o lo puedan hacer poco, sin embargo la ciudadanía no hace esa distinción. La clase política es una, más allá del estamento.
Cuando el vecino sienta que votar le va a cambiar la vida, que un voto define políticas públicas y orientaciones ideológicas, y que además le aporta resultados para él y su familia, allí concurrirá masivamente a las urnas.
Empujar por la sola obligación no ayuda. Queda evidenciado una vez más. La mejor estrategia es que la política brinde soluciones a los problemas cotidianos y que la dirigencia deje de mirarse el ombligo en conflictos que no le interesa a nadie, menos a los que sufren.