Democracia ante todo

DNU o ley “ómnibus”, como todo proyecto de ley en la Argentina, lo tiene que tratar el Congreso de la Nación. Semejante paquete de medidas no pueden ser deseos de una sola persona, en este caso el Presidente de la Nación.

Es legítima su intención de llevar adelante su proyecto político, en definitiva la mayoría eligió un cambio de rumbo. Sin embargo, no puede ser a costa de la Constitución Nacional y el Poder Legislativo y Judicial.

 Argentina es un país con división de poderes. Cada poder con un rol específico. Un poder no puede imponerse sobre el otro. Deben convivir, con equilibrio y respeto por el otro, controlándose, como marcan las leyes. Milei puede querer desregular toda la economía, vender los activos públicos y modificar las leyes laborales. Es su idea, la de su gobierno, pero es el parlamento el órgano encargado de aceptar o rechazar.

Los diputados representan al pueblo, los senadores a las provincias. El pueblo, con su voto en 2021 y 2023, dejó ambas cámaras sin mayorías. Variopintos en su conformación. Obliga sí o sí a los legisladores a dialogar y consensuar. Lo mismo tiene que entender Milei y compañía. Ya presentó sus proyectos, ahora debe abrir el diálogo con el resto de las fuerzas políticas para introducir las modificaciones necesarias que permitan hacer de esas leyes una verdadera política de Estado.

Lo que se impone, tarde o temprano, no tiene demasiado tiempo de vigencia. Mejor es una ley consensuada, que le sirva a todos los sectores, que permita dar previsibilidad, seguridad jurídica y confianza.

Tal vez esta es una oportunidad para que los argentinos nos demos un debate profundo sobre el país que queremos. No se puede discutir la Argentina de los próximos años en 25 días de sesiones extraordinarias y con el látigo del Presidente exigiendo una aprobación a libro cerrado.

Hay que trabajarlo con más tiempo. Argentina es mucho más que Milei o cualquier dirigente político. Que el Congreso de la Nación sea el verdadero organismo de debate y consenso. Que se aprueben las mejores leyes para las mayorías. A veces es un poco utópico pensarlo, pero el ideal siempre es el norte. Después se acepta lo que se puede o quiere.