El ajuste se siente en los bolsillos

El Estado puede hacer su propio ajuste. Menos funcionarios, menos secretarías, menos empleados. También menos utilización de vehículos oficiales o menos choferes. Incluso bajarse un porcentaje del sueldo. Son gestos mínimos que la política puede y debe hacer cuando se le pide sacrificios a la comunidad.

Ahora, desde el punto de vista fiscal, la incidencia es mínima en el total del presupuesto nacional. “La torta” de plata es gigante y los gastos de funcionamiento son ínfimos en relación al total.

Por eso, cuando el presidente Javier Milei en la campaña dijo que el ajuste lo pagaría “la casta” y no el pueblo omitía señalar que solamente con bajar los gastos de la política jamás se reduciría el déficit fiscal.

Sí es un buen slogan de campaña. Sí es un buen título. Sí es una buena estrategia para contrastar con la política tradicional. El discurso puede ser efectivo en términos políticos, y de hecho lo fue. La población convalidó el mensaje de Milei y lo transformó en presidente. Ahora muchos se quejan, a solo una semana de su asunción, de que el ajuste lo paga el pueblo y no “la casta”.

A decir verdad, los Estados en todas sus esferas se están ajustando. Milei bajó la cantidad de ministerios y secretarías; Llaryora se bajó un 25% el salario; los intendentes también reducen sus gastos. Y claro que todavía lo pueden seguir haciendo. Pero jamás alcanzará para bajar 5 puntos del PBI.

Para eso hacen falta medidas fuertes y muy dolorosas como quita de subsidios al transporte y la energía, suba de impuestos, paralización de la obra pública, reducción o eliminación de las transferencias discrecionales a las provincias, freno de la emisión monetaria, desregulaciones, privatizaciones, entre otras. Esas medidas, ¿a quién afectan?

No hace falta responder. El pueblo lo notó esta semana. La inflación se disparó tras la devaluación. Se votó este proyecto político, con estas consecuencias. Milei en campaña siempre habló de ajuste. Nadie puede hacerse el desentendido.